Así empieza

Me llamo S y soy el niño más feo del mundo. S, porque no les diría mi nombre aunque viviera cinco mil millones de años. Para probarles que soy el más feo del mundo, les puedo mostrar mi trofeo. Lo gané en un concurso, y créanme, no fue fácil.Todo empezó cuando, un día, mi madre me sorprendió en el baño haciendo algo terrible. Tenía en la mano unas tijeras de esas que a los niños no nos dejan usar, porque son “filosísimas”, “peligrosísimas” y otros “ísimos” por el estilo. Esa vez mi madre no dijo nada; sólo abrió muy grandes los ojos y la boca, inmóvil como una estatua. Es que yo estaba tratando de cortarme la nariz. Creo que mi madre pensó que me la iba a cortar toda, pero yo nunca iba a hacer una cosa así. No. Sólo quería cortarme un triángulo de nariz. (Si no saben lo que es un triángulo, imaginen un pedazo de pizza sin el borde redondeado).Los que me conocen saben que mi nariz tiene un triángulo de más. En la escuela, hay niños que me llaman “narigón”, “cara con mango” y me dan otros sobrenombres que prefiero no repetir. También me dicen “cara entre paréntesis” porque mis orejas son casi tan grandes como las de Dumbo, creo, aunque es difícil saberlo sin medirlas.Mi madre me arrancó las tijeras de la mano, frenética. Creo que así pensaba salvar mi nariz, pero nunca sabrá que salvó también mis orejas, que eran la etapa número 2 de mi plan “tijerístico”. Después, se sentó en el borde de la bañera, con la cara colorada y respirando fuerte, como quien sale de un gran peligro.El episodio del baño me cambió la vida, pero no para bien. Primero, mis padres me prohibieron el postre y la bicicleta durante una semana. Después, me hablaron de lo que me podría haber pasado aquel día con las tijeras, y lo que dijeron fue tan terrorífico que tuve pesadillas durante tres días. La cosa no terminó ahí: me obligaron a ir a ver cada semana a una señora que se llamaba Ricotta, o algo así, y que me hacía jugar con muñecos (¡sí, en serio!) y hablarles como si fueran de verdad. 
Así empieza
Fragmento
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